LA LETRA PEQUEÑA.

Ya estamos con los líos del campamento de verano con los más pequeños este año. Una de las cosas que hay que hacer antes es sacar el seguro de responsabilidad civil, que nunca pasa nada, pero si pasa, pasa. Rellenar formularios siempre es tedioso, pero si encima vienen con letra pequeña, asteriscos mandándote a leer en otro sitio, consultar la normativa del lugar, etc. etc. pasa de tedioso a aburridísimo. Se suele despreciar la letra pequeña, hasta que pasa algo y la letra pequeña se vuelve grandísima.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.

Dios no tiene letra pequeña. El Señor viene a darnos plenitud, es decir, a dar sentido pleno a toda nuestra vida y nuestra esperanza. Hemos sido comprados a gran precio, tanto valor pone Jesús en nuestra vida que se entrega al Padre por nosotros, por cada uno de nosotros.

San Bernabé no es de los Apóstoles elegidos directamente por Jesús, pero por su labor apostólica es contado entre los apóstoles. Su ingente tarea de anunciar en plenitud a Jesucristo junto a San pablo y a Juan Marcos le ha dado ese título. Los Obispos también tienen esa tarea de ser apóstoles como Bernabé. No me extraña que me digan que cada vez más sacerdotes rechazan el ser Obispos. Tienen tanta tarea externa, lejos de la Evangelización directa, que da miedo que entre tanta cosa ?importante? se nos olviden los pequeños, y para Dios -ya lo hemos dicho-, ninguno somos pequeños.

Me pareció magnífica la homilía que el Papa pronunció el lunes pasado en el jubileo de la Santa Sede en la que dijo: ?Pero no es menos cierto que también vive de la santidad de cada uno de sus miembros. Por ello, la mejor manera de servir a la Santa Sede es procurar ser santos, cada uno según su estado de vida y la tarea que se le ha confiado.

Por ejemplo, un sacerdote que personalmente lleva una cruz pesada a causa de su ministerio, y sin embargo cada día va a la oficina y trata de hacer su trabajo lo mejor posible, con amor y con fe, ese sacerdote participa y contribuye a la fecundidad de la Iglesia. Y lo mismo un padre o una madre de familia, que en casa vive una situación difícil ?un hijo que da preocupaciones, un padre enfermo? y lleva adelante su trabajo con empeño: ese hombre y esa mujer son fecundos con la fecundidad de María y de la Iglesia?. Pues si lo tiene que hacer un sacerdote o un padre o madre de familia, cuánto más un Obispo.

Recemos por los Obispos, sucesores de los Apóstoles y por el Papa, que nunca vean ?letra pequeña?.

María, Reina de los Apóstoles, guárdanos entre tus manos.